miércoles, 2 de marzo de 2011

Autocontrol emocional

Son muchas las ocasiones en las que nos topamos con el problema de “falta de autocontrol emocional”, o lo que se conoce coloquialmente como explosiones de ira, donde el o ella se desborda de sus emociones y arrasa con los sentimientos de las personas más cercanas, que siempre suelen ser las más queridas. Es fácil saber de hijos que insultan a sus padres, que agreden verbalmente y con reiteración a sus progenitores, con una facilidad aplastante.

Ya dijo Aristóteles que, “Cualquiera puede enfadarse: eso es fácil; pero hacerlo con la persona pertinente, en el momento oportuno, con el propósito justo y de forma apropiada eso no es tan fácil”.
Pero lo que sí parece fácil es que cada vez más, hijos e hijas, descargan sus frustraciones y miedos sobre sus padres, y además, de una forma brutal, en muchos de los casos. Desde esta perspectiva se plantea la responsabilidad compartida de tal escenario de violencia, ya sea en una intrínseca voluntad de hacer daño por parte de los agresores, o en una pasiva dejadez educativa por parte de los agredidos. Sea como sea, el hecho es que se producen cada vez más este tipo de violencia debido a la falta de autocontrol.

En el trabajo diario, se ven reacciones fuera de lugar ante palabras o gestos. Donde un padre pone un “pero”, una hija se muerde la lengua con una expresión de violencia contenida, donde la mirada penetra como cuchillo en la margarina, terminando la escena con un padre que vuelve a torcer el brazo ante un miedo atávico a la reacción descontrolada de esa hija. Miedo a…; perderla, a la agresión, a perder el control él mismo, a la frustración de no haberlo hecho bien en el pasado, etc.
Lo cierto es que “los miedos” suele ser la antesala de las frustraciones, ese desorden emocional que arrasa con la normalidad, con la convivencia y sobre todo con el diálogo ordenado y racional.

“La clave de la regulación emocional radica en mantener en jaque las emociones angustiosas; si son desmesuradamente intensas y se prolongan más de lo necesario, resquebrajan la propia estabilidad. […] Una sana maduración personal no pasa por eliminar los sentimientos angustiosos, sino por aprender a detectarlos y tratarlos adecuadamente”. (L. Arrieta. “Los rostros de la tristeza. Terapia de superación”. 2000)
Cierto es que las emociones tanto las positivas como las negativas, han de ser bien gestionadas, para proyectar sobre ellas la capacidad del autocontrol. No sirve de nada renegar y huir de ellas, pues son parte de nuestro equipaje existencial, y como tal se han de asumir, asimilar y en algunos casos regular e incluso modificar.
Somos emociones, pero “somos” en sociedad, por ello las emociones negativas duelen a los demás, mientras que las positivas favorecen y acrecienten las relaciones convivenciales. Por ello, es justo que entendamos y asimilemos las emociones que nos ayudan, así como las emociones que mal gestionadas nos perjudican y nos hacen daño.

En mi experiencia, que no es extensa pero incipiente, prevalecen las emociones mal gestionadas, e incluso emociones negativas no reconocidas, tal vez por ello hay que empezar primero por conocer y reconocer, para después pasar al entendimiento, que es lo que inicia el camino del cambio. No hace mucho sentado frente a una persona que tenía problemas de autocontrol emocional, ésta afirmaba que no entendía cómo podía hacer lo que hacía. Y no estaba equivocado en su afirmación, ya que no puede entender lo que no conoce, para él lo “no conocido” es previo a lo entendido, su desconocimiento era “ausencia de…”. Ahora que se enfila, que proyecta su intencionalidad en el cambio, ha de comenzar por conocer su actuar, para reconocerlo, es decir; discernirlo de otras emociones, para después entender y más tarde cambiar.

Bueno, entrar en disquisiciones emocionales no es fácil, ya que las emociones son sentimientos muy íntimos, que en la mayoría de los casos se encuentran profundamente insertados, y con dificultad pueden aflorar. Por ello, si ya de por sí es difícil sacarlos hacia el exterior, más complicado es entenderles para saber gestionarlos adecuadamente. Pero de todas formas seguimos en la brecha emocional para conocer, entender y saber cambiar.

2 comentarios:

  1. . COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
    EN LA CONDUCCION DIARIA

    Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

    Ejemplo:

    Ceder el paso a un peatón.

    Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

    Poner un intermitente

    Cada vez que cedes el paso a un peatón

    o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


    Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


    Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


    Atentamente:
    Joaquin Gorreta 55 años

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