viernes, 1 de febrero de 2013

Educación Institucional



La educación, en su acepción etimológica “educere” sería sacar, extraer y “educare” sería formar o instruir. Por lo tanto la podemos definir como el proceso mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. O bien como extraer del alma de los jóvenes las cosa buenas que moran en ella. La educación no sólo se produce a través del mensaje verbal, sino que está implícita en multitud de gestos, acciones, conductas, sentimientos y actitudes.

La educación institucional, podría entenderse como una serie de gestos, acciones, conductas, sentimientos y actitudes que tienen las personas que integran una institución como puede ser la “institución educativa” o la “institución sanitaria”, la “administración local”, la “administración autonómica”, etc. Para que podamos entenderlo, sin tanta palabreja, la educación institucional es o podrá ser la educación que emana de las distintas instituciones (colegios, institutos), pero también (Servicio Andaluz de Empleo, Centros de Salud y Hospitales, Seguridad Social, etc…) Y cómo no, la institución local (los Ayuntamientos). Pues del trato con personas, surge las acciones formativas y de transmisión de valores y actitudes que inciten o no a los comportamientos adecuados y acordes a lo que desde la educación formal se ha tratado de transmitir, especialmente (porque tiene que ser así), desde los centros educativos.
Pues bien, en estos tiempos que corren, en los que tanto se habla de la pérdida de valores, hay que decir que la pérdida está en todas las instituciones, no sólo desde la educativa (que cuando se produce desde esta tiene mayor calado), sino desde todas aquellas en las que, las personas tienen algo que ver (que son todas).
Y lo es porque las personas “están muy quemadas” o desean estarlo, pues lo fácil es tomar el camino de en medio (como se dice por aquí) y dejando a un lado la profesionalidad, la honradez, la honestidad y las buenas formas hacemos y deshacemos a nuestra voluntad, capricho y deseo, sin pensar en los demás, ni en su trabajo (tan honesto como el que más).
Y para muestra un botón, desde una institución educativa, con la que yo colaboro (más o menos estrechamente), se nos pide colaboración, o más bien servidumbre (hazme, tráeme, acude, ven, etc.) Además con celeridad y eficacia. Pero en el momento en el que se ha devolver esa eficacia y responder, nos relajamos (mejor dicho se relajan).

Y tal vez volviendo al origen de esta reflexión en forma de entrada de blog, puedo ver que el centro con el que trabajamos (codo con codo), o eso creía yo. No tenga ni la menor intención de llamarte para comunicarte lo que debería comunicarte, sino (yendo más allá), hace lo que no debería de hacer… No logro entenderlo…, o tal vez lo entiendo demasiado bien, tan bien que debo callarme y no gritarlo a los cuatro vientos y es que la Institución no tiene la suficiente “educación” o no sabe transmitirla adecuadamente, para ser más eficaz, o simplemente “responsable” con las personas que buscamos el bien común