lunes, 14 de enero de 2013

La escultura de la vida



Acabamos de destapar el año 2013 y nos hemos dado cuenta que nos presenta el mismo mal olor que años anteriores. Y pensamos que esto no tiene solución, que ese maldito olor a podredumbre, será difícil de eliminar. La limpieza ha de ser a fondo, tendremos que arremangarnos y bajar a las profundidades del problema, ya no vale con anunciar el problema esperando que otros y otras lo solucionen por nosotros, ya está bien de quejarnos y lamentarnos de ese mal olor, a la espera de que se disipe de una forma automática, simplemente con nuestros lamentos.
Lo cierto es que ha despertado este nuevo año con la misma perspectiva social con la nos acostamos en 2012, la situación de recorte en los gastos sociales, de salud y educación se mantienen y tal vez a mucho “temer” se reactiven e incrementen. Y leemos en algunos artículos de opinión como el fraude fiscal bien “resuelto” podría tapar parte de ese gasto/inversión en bienestar social, nada más y nada menos que 44.000 millones de euros.
Y después de esto, cómo hacemos para educar a nuestras hijas e hijos en los conceptos solidaridad, esfuerzo, voluntad, motivación para el trabajo, etc. Cómo hacemos para tratar de que sean buenas personas y personas de bien, cumplidoras con las normas, si sabemos y saben que a los grandes defraudadores, aquellos que evaden millones de euros de la luz tributaria, no les pasa nada, mientras que “hurtar” un paquete de chicles del estante de una tienda les puede reportar un castigo “ejemplarizante”.
Educar a nuestras hijas e hijos es un difícil ejercicio, una acción de voluntariedad y motivación diaria, levantarnos cada mañana con el firme propósito de sacar adelante a nuestra familia, formarles, alimentarles, protegerles, etc., para que la sociedad y su entorno más inmediato, se acerque sigilosamente a ellos para decirles al oído; “eso que te ha dicho tu padre o madre, no vale para nada, acompáñame en este viaje y descubriras que no pasa nada si robas, no te pasará nada si agredes, no ocurrirá nada si defraudas y engañas”. Todos los pedagogos coinciden en que la fuerza educativa/ejemplarizante de “l@s iguales” tiene mayor fuerza que toda la educación/ejemplarizante de los padres y madres. Por lo tanto, podemos caer en la decepción, en la derrota, cuando pensamos que no servirá de nada como eduquemos  a nuestros hijos, si éstos se encontrarán con la ejemplarización contraria fuera de casa y cometerán delitos o faltas de las que hemos tratado de protegerles, a través de nuestra educación. Pero créanme si les digo que sirve que tratemos de proteger a nuestras hijas e hijos con la educación, pues si día a día transmitimos una buena acción, una buena forma de hacer y una buena forma de comportarse… Aunque cuando esté con sus iguales haga algo malo, en su conciencia estará el sentimiento de “arrepentimiento”, el cual le llevará en el futuro a fortalecer sus valores y a tratar de evitarlo. En cambio si no formamos en las buenas acciones a nuestras hijas e hijos, éstos siempre estarán desprotegidos frente a sus futuras malas acciones y sobre todo a la influencia de sus “perniciosos” iguales.
Educar es tallar en la piedra de la vida, y aunque alguien trate de arrancar algunas de las partes de esa escultura, la vida volverá a poner cada cosa en su sitio, puesto que la voluntad del bien siempre prevalecerá sobre la ausencia de cualquier otra voluntad.