lunes, 28 de marzo de 2011

Abrir las puertas de las casas para que entre el colegio

La Junta de Andalucía ha propuesto 5 desafíos y 80 medidas para el progreso de la educación;
El primer desafío es; mejorar los logros educativos del alumnado andaluz, “universalizar el éxito escolar”.
El segundo desafío es; conseguir el mayor respaldo y reconocimiento hacia la labor del profesorado andaluz.
El tercer desafío es; apoyar e implicar a las familias al máximo en la educación de sus hijos e hijas.
El cuarto desafío es; contribuir desde la educación al cambio hacia la economía sostenible.
Y el quinto desafío es; favorecer la implicación del conjunto de la sociedad en los desafíos educativos.
Loables medidas enmarcadas en unos desafíos singulares, aunque si buscamos en la etimología de la palabra desafiar, tenemos que vincularnos hacia la acepción que viene a decirnos que se trata de enfrentar las dificultades con decisión. Pero las dificultades vienen marcadas por la OCDE, que es el principal valedor de una estadística que nos coloca al borde del precipicio educativo y por consiguiente, entendiéndolo como referente socio-económico, al borde de la catástrofe.


En relación a dicha catástrofe educativa, social y económica, se ha vertido mucha tinta y desde los sectores neoliberales de la más rancia derecha social de nuestro país, se ha venido criticando las políticas educativas, más concretamente la que ha salido de la mano izquierda, y especial consideración tiene la Enseñanza Secundaria Obligatoria y su extensión hasta los 16 años promulgada en la LOGSE (Ley de tenor progresista), como un espacio educativo donde se juntan a quienes tienen capacidades diversas y van a seguir caminos diferentes. No sólo se afirma que es una pérdida de tiempo y de esfuerzo, sino que va en menoscabo de los más inteligentes.
Esta afirmación me causa una doble preocupación, por una parte, no entiendo el cinismo y la hipocresía social de los padres y madres, especialmente las clases medias en ascenso, que afirman que la formación de sus hijos e hijas (inteligentes, bien formados y mejor educados) se está viendo perjudicada por los “malos” alumnos (y hablo en género masculino, pues en la estadística podemos ver como prevalece entre el alumnado fracasado el género masculino). Mi humilde experiencia me dice que el alumnado que tiene medias y altas capacidades se adapta adecuadamente a cualquier escenario y adquiere los conocimientos fácilmente, a pesar del compañero que molesta, que arroja bolas de papel, que insulta al profesor, etc... Pero claro, como le explicas eso a una madre que conoce a su hijo desde que lo parió y que viendo su trayectoria de sobresalientes y matrículas, ahora le viene trayendo algún preocupante notable, cosa que ha hecho saltar todas las alarmas. “Dios mío, Santo cielo, que el hijo pródigo, en el que se ha depositado todas las esperanzas de alcanzar un nivel superior en la escala social, se puede malear y en vez de ser médico, abogado, arquitecto o político, tan sólo se quedará en fontanero, carpintero, mecánico o jardinero”.
En cambio, yo necesariamente, por deformación profesional, tengo que volcar mi preocupación sobre esos “malos” alumnos, los que rodarán inexorablemente por la pendiente de la incomprensión y de la integración educativa a cualquier precio. Quizás, desde cierto “reduccionismo”, pueda pensar que la O de la ESO es lo que más daño le ha hecho a los malos y no a los buenos, ya que a los buenos no hay que Obligarles. En cambio la obligación termina siendo una loza sobre la voluntad, la cual es la antitesis de la imposición. A pesar de lo que nos cuenta el profesor José Antonio Marina, la voluntad es una “ínsula” que hay que conquistar pacíficamente, pues la beligerancia terminará por destruirla para siempre.

Por otra parte, considero que la administración educativa se estrella contra la realidad, cuando conduce este “vehículo”, a una cierta velocidad, por carreteras, además de desconocidas, con un estado de conservación pésimo, con extrañas curvas, cambios de rasante y estrechamientos peligrosos. Queriendo llevar en a todos los pasajeros hacia el mismo destino.
Este destino único, termina creando un orillamiento de ciertos sectores de la sociedad, no sólo al alumnado en riesgo de exclusión social, el cual fracasó antes de iniciar su escolarización a los 3 años. Sino ese alumnado mediocre, que por una escasa o nula estimulación social o familiar se verá abocado a no entender que hace ahí, instalado en la O de la ESO. Lamentablemente este tipo de alumnado (niños y niñas) no cuenta con el apoyo familiar suficiente para su educación en su primer ámbito de socialización, tampoco tiene el estimulo ecosistémico (ámbito social-familiar próximo) para avanzar en la vida socio-laboral, pues está rodeado de insuperables barreras. Pero tampoco posee el empuje de la administración educativa (la cual pertenece al macrosistema), la cual ha fabricado varias alternativas, que además de estar vacías de contenidos, llegan tan tremendamente tarde…, como son la diversificación curricular en tercero de ESO (cuando los “malos” alumnos abandonaron casi en 5º de primaria), o el PCPI, la mentira peor construida de los últimos tiempos, que además de estar desvirtuada, no alcanza a satisfacer las expectativas de los que verdaderamente buscan y necesitan esa alternativa formativa al currículo ordinario.

Es curioso, como no se habla de diversificación o adaptación en Educación Infantil, cuando los y las alumnos/as son verdaderamente dúctiles, cuando aun tienen la inocencia infantil y la plasticidad suficiente como para hacerles más atractivas y asequibles las adecuaciones del currículo a sus circunstancias personales, familiares y sociales. Y más aun, cuando en muchos de los casos, la problemática de conflicto educativo y social del “pre-adolescente” se vislumbró en la etapa infantil.

Cuando leo a las/los teóricas/os de la educación, a las personas que investigan sobre el presente y el futuro de los sistemas educativos, de los currículos y sus diversidades, no puedo entender como no hay vida más allá de… la diversidad enriquecedora, de lo gratificante que es la integración escolar de los/las diferentes, de la heterogeneidad. Yo fui un alumno que se enriqueció de la heterogeneidad de la educación pública, de la escolarización en un centro de barrio humilde. Pero deseo dejar claro, antes de seguir, que esa escolaridad de los años 80 queda muy lejos, tanto en lo económico y social, como en lo cultural y tecnológico. La vida en nuestra España, ha cambiado tanto, que “no la conoce ni la madre que la parió”. Aunque no existe la constatación científica, si tengo el convencimiento de que nuestros gobernantes legislan mal y tarde, además de ir dando bandazos en cuanto a los cambios de la Ley, y pienso que la idiosincrasia de la Ley actual pertenece al pasado y de hecho la LOE es muy parecida a la LOGSE (no igual, quiero que quede claro), pero bebe de sus fuentes…, fuentes de 1990.
Lo cierto es que tras las lecturas de Antonio Viñao, María Milagros Rivera o José Contreras, hecho de menos una mirada tras las puertas y las ventanas de esas casas o pisos, hecho de menos esa visión social de la “puñetera realidad”. Dónde están esas dificultades para acceder a una vivienda digna, donde está el no disponer de agua corriente y luz. Familias que viven con menos 300 € al mes, o dependiendo de la caridad o el subsidio autonómico.
Miro dentro para después contemplar la realidad educativa de esas y esos alumnas/os que asisten cuando pueden a la escuela, como extraterrestres de visita por nuestro planeta. Alumnas y alumnos que no sienten suyo el ambiente escolar, que además le reprime por no asistir y cuando asiste también. Qué motivación tiene una alumna para aprender el relieve de Andalucía, o la geografía de España, si lo más lejos que ha ido ha sido a la prisión de Almería para acompañar a su abuela en un bis a bis con sus padres, ambos reclusos.
La realidad social y familiar nos aplasta inexorablemente, nos abre los ojos, nos despega de los libros y los artículos, esos que reflejan realidades lejanas, que bien dicen poco de lo que vemos, lo que nos aborda y nos abruma… De la realidad aprendemos, con la realidad convivimos y de las caras, las manos y las uñas ennegrecidas sacamos la ventaja de ser profesionales desafortunados de no contar con más apoyo que nuestra voluntad por cambiar mínimamente realidades ajenas. Y chocamos una y otra vez contra la incomprensión sesgada y sectaria visión de los buenos/as profesores/as, bueno/as alumnos/as y de sus familias instaladas en el Estado del Bienestar.
Volviendo al tema que nos preocupa, desde mi posición como educador, nunca apostaría por la segregación, o la separación de los buenos de los malos, esa tentación queda para los neoliberales de la más rancia derecha española. Yo apostaría por, conocer las realidades de nuestros alumnos y alumnas, por saber de su diversidad personal y social y darles así la diversificación de contenidos necesaria, darle a cada uno y una lo que desea, necesita o pide. Al igual que en el supermercado, hay alimentos para diabéticos, para celiacos, para bebés y para adultos, para clases humildes y para millonarios. Bien podríamos hacer efectiva una educación diversa para personas diversas.
Por otra parte, considero vital, establecer unos mecanismos efectivos para que la escuela se acerque realmente a las familias, y deje de ser un espacio “cercano”, pues más bien debería ser un espacio común y comprensivo.
La experiencia de otros países nos habla de que antes de comenzar el curso escolar, los maestros y maestras visitan las casas de sus alumnos/as, bien para presentarse cuando son nuevos, bien para saludar y tomarse un café y compartir un espacio común, que no es otro que la educación de esos hijos-alumnos.
En tantos momentos de la vida, el forjar la confianza entre las personas se hace vital para mejorar y optimizar las relaciones humanas y conseguir logros, especialmente cuando media la formación y la educación de las futuras generaciones de nuestra sociedad. Y no olvidemos que no existe respeto sin conocimiento del otro, y ese nace de la confianza mutua. De nada vale programar una reunión asimétrica entre el tutor/tutora con los padres y madres que quiere o pueden asistir, donde éste o ésta lanza de forma unidireccional y homogénea la información configurada de un docente, sobre unas personas que ni siquiera conoce.
Yo seguiré apostando, por llamar a la puerta de casa, estrechar la mano o dar dos besos, para sentarme después en la mesa con un café o un te, y decirles a los padres de tu alumno o alumna, me llamo Paco, me alegro de conocerles y deseo que las puertas de mi clase estén siempre abiertas, como la de su hogar se me ha abierto hoy para mi….

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