domingo, 20 de febrero de 2011

Prejuicios, constructivismo y otras torpezas en la terapia familiar

Desde el Equipo de Tratamiento Familiar, cuando se afronta una nueva familia, se trata, entre otras estrategias, plantear un escenario lo más significativo posible que nos ayude a encuadrar a dicha familia, y por consiguiente que podamos entenderla y conocerla mejor.
Lo que ocurre es que el planteamiento del escenario que nos ayude a entender a la familia es un ejercicio alto dificultoso, ya que tenemos una contaminación experiencial y vital, un acerbo cultural cada uno y cada una de los/as profesionales que focalizamos nuestra atención sobre el caso, que la distorsión es una realidad frente a nuestro esquema mental preestablecido, esas estructuras cognoscitivas sobre las que andamiar lo nuevo, está dificultando dicho anclaje de lo nuevo, de lo distinto.
Y si te detienes un segundo a entender, lo único que tratas de hacer es aprender, coger del otro lo que el otro quiere mostrarte, para construir un nuevo aprendizaje.

Yo desde mi punto de vista, y soy el único que suscribe estas líneas, para muestra de mi ejemplo, no logro entender (aprehender) como una madre puede contar tan tranquila el instante en el que le relataban los especialistas en la materia, que su hija podía padecer “un tipo de discapacidad intelectual bastante grave”.
Claro, te lo cuenta casi con un envoltorio de anécdota divertida…, tal vez lo hace así por dos motivos, el primero es el principal… “su hija no padece dicha discapacidad (es un alivio)”  y segundo; tal vez la dureza de la noticia primigenia, enquistó un mecanismo de autodefensa, que le ayuda a darle menos importancia al tema del que realmente tiene.
A medida que la señora continua contando su vida.., pues al comienzo se suele realizar la entrevista como un relato vital, donde de una forma relatada y en orden cronológico, los miembros de las familias, especialmente padre y/o madre, se van desprendiendo de ciertas anécdotas molestas, experiencias vividas, sucesos acaecidos, hechos poco agradables, etc., puedo entender/aprender como esta mujer lo cuenta casi divertida, no se aprecia un atisbo de dramatismo, un gesto serio o un mínimo rictus de lamentación. Y es evidente que en su vida se han producido hechos de verdadera preocupación… Aunque, reconozco en honor a la verdad, que esta afirmación se hace, mejor dicho la hago yo desde la visión educacional y cultural de un hijo de clase media-baja y trabajadora, con una formación formal digna, y una educación no formal marcada por la moral cristiana y la severidad de un hombre y una mujer que orillaron la dictadura franquista, donde el hablar libremente y la falta de respeto estaban castigados.

Bueno, termino reconociendo que el afán por comprender a las familias estructuradas con problemas, desestructuradas satisfechas y poco acostumbradas a que unos extraños urgen en los recuerdos, por muy poco dolorosos que sean, siempre les causa desasosiego, incluso incomodidad. Y aunque nosotros pretendemos conmover, para agitar algo de la conciencia y que eso ayude a entablar la buena estructura de la relación “terapeuta-cliente” (como dirían los psicoterapeutas)…, en muchos casos, la “cliente” se levanta diciendo…¡ya me llamáis!, como el que espera la próxima cita del dentista, o del callista.

2 comentarios:

  1. Recuersa el respeto y lo que es necesariamente bueno y malo para ti no es necesariamente para todos. Lo que crees que sera bueno para rllos no siempre es asi

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