miércoles, 6 de abril de 2011

El encantador de bebés y bebitas

Un día consultando una revista vi la noticia de que venía a mi ciudad un Señor, que se hacía llamar “el encantador de bebés”, leyendo la letra pequeña, afirmaba este Señor, que gracias a su habilidad, podía calmar y dormir a cualquier bebé, incluso la niña o niño más difícil de calmar y/o dormir.
Entonces no pude más que pensar en mi hijo Luís, de cinco meses, con el que llevábamos bastante tiempo, tanto su madre como yo mismo, sufriendo un calvario a la hora de dormir, pues lloraba y pataleaba cuando llegaba la hora de dormir, las rabietas eran de un nivel bastante desquiciante y ponía a prueba diariamente la paciencia tanto de su madre como la mía, que no era pequeña.
En el anuncio afirmaba que la sesión o demostración tendría lugar en el salón de actos del Instituto a las siete de la tarde. Lo comenté con mi mujer y ambos decidimos asistir, pues, aunque estábamos seguros de que con nuestro hijo no podría hacer nada, algo podríamos aprender.
Al llegar, contemplamos como unas cincuenta parejas ocupaban el hall del salón de actos, con sus bebés y bebitas, unos lloraban desconsolados, otras dormían plácidamente y algunos estaban despiertos tan tranquilos. Las edades eran variadas, desde bebés de días, hasta niños de más de un año.
Cuando todos y todas habíamos pasado al interior de la gran sala, una agradable música sonaba por la megafonía, la luz tenue, denotaba que el ambiente propicio, favorecería las artimañas del “encantador”…
Al cesar la música, un foco iluminó una zona del escenario y apareció un señor normal y corriente, vestido con unos pantalones vaqueros y una camisa de rallas, sobre el hombro izquierdo llevaba un trapo blanco, al fijarme bien pude comprobar que era un trapo de gasa, del que se usa con bastante frecuencia con los bebés y bebitas.
Entonces el hombre comenzó a pedir, sin más preámbulo, que le subieran a los bebés por orden de filas, desde las primeras hasta las últimas, que era justo donde nos encontrábamos nosotros.
El “encantador” tomó al primer bebé de brazos de su padre, que lloraba desconsolado.., el bebé, no el padre. Entonces el encantador lo tomó entre sus brazos y lo acunó con un ligero murmullo. Mi mujer, más docta en la materia, afirmó que era una nana.
En dos minutos el bebé estaba tiernamente dormido sobre sus brazos, algunos aplausos espontáneos rompieron el silencio de la admiración del público, rápidamente la madre del bebé dormido se volvió hacia el respetable exigiendo silencio…, su bebé corría el riesgo de sufrir un despertar espontáneo. Como si creyese que llevándoselo así a su casa, permanecería en silencio para al menos una semana.
Así fue calmando y durmiendo a los alterados y alteradas niños y niñas de distintas edades y distinto caracteres, hasta llegar el turno a mi Luís, que con sus cinco meses y su “par”, calló en brazos del encantador como una bomba de racimo, esas que Naciones Unida ha prohibido en todo el mundo mundial…, Luís era como una sirena y una bocina al unísono, el estridente guaaaaa, guaaaaa, alteró algo dentro del oído del diestro  acunador.
El “encantador”, lo acunó, murmuró esa canción de cuna, cantó canciones a viva voz, agitó vivamente a nuestro Luís…, pero al cabo de diez minutos, nos devolvió a un Luís “celeste”, que al caer en brazos de la mamá fue relajándose levemente. Yo le lancé un gesto de disculpa a un desencantado “encantador”.
Afortunadamente nuestro hijo fue el último, pues para la lección magistral del “encantador”, nuestro Luís había sido la excepción que confirmaba su regla.
Entonces Juan Carlos, que era el nombre del “encantador”, fue preguntando de forma aleatoria, como fue la tarde de ayer y la noche previa al acto.
Algunas madres y padres, con total sinceridad, afirmaron que a modo de reto provocaron el malestar de los bebés, para entregar al “encantador de bebés” un reto aun mayor y forzar el fracaso de éste. Todo el mundo contestó lo mismo salvo nosotros, quienes pensamos que como habíamos tirado la toalla con nuestro hijo, sólo esperábamos aprender algo.
Fue entonces cuando Juan Carlos afirmó que con bebés cansados y enrabietados, su trabajo es más fácil que con otros y otras, que han descansado, o no han pasado una muy mala noche.
Con ello sacábamos dos lecturas, una las enseñanzas que nos trasmitió Juan Carlos; colocar la cabeza sobre el corazón, acunarlo con un suave balanceo y murmurarle suavemente, y todo con la paciencia de un bendito.
Por otra parte, también aprendimos, que la mayoría de las personas ante la habilidad de alguien, lo único que espera es verle fracasar, y lejos de admirar la destreza, esperan con envidia que se estrelle y se arruine en una demostración fallida.

2 comentarios:

  1. Quisiera saber dónde puedo consultar más sobre tips del encantador de bebés..

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  2. No entiendo muy bien a qué te refieres con "tips"..., lo siento. De todas formas gracias por el comentario.

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