lunes, 5 de mayo de 2014

El poder de los IGUALES



La educación es un proceso de transmisión de conocimientos, valores culturales y morales, costumbres y formas de actuar. Dicho proceso se realiza a través de muchos medios, tales como las palabras, imágenes y gestos, los cuales pueden estar presentes en todas nuestras acciones, actitudes, posturas, sentimientos y formas de comportarnos durante nuestro día a día. De tal manera que cualquier acto que realicemos puede ser “educativo”.
Desde el acervo cultural se puede entender que educamos los padres y madres, y cómo no, las maestras y maestros, pero que pasa con el entorno social, familiar y cultural. Qué pasa con ese ambiente social que nos envuelve, que tan útil y práctico, en el que nos apoyamos para desarrollarnos, pero que a veces nos contamina tóxicamente y del que no podemos desprendernos con facilidad. Éste es el “poder de los iguales”, como concepto de aprendizaje por semejanza, por proximidad, donde el igual (el otro) es un poderoso maestro que transmite la enseñanza casi sin esfuerzo, con agilidad y fortaleza.

El poder de los iguales es de tal magnitud, que a veces no sabemos que está ahí, porque no queremos reconocer el poder que tiene, porque hasta que no se demuestre lo contrario, queremos sentirnos poderosos como madres y padres que modelamos a nuestros hij@s a nuestro placer.
Sobre nuestros hij@s/alumn@s, proyectamos una serie de conocimientos y valores, que tratamos de afianzar y confirmar a lo largo de los años y los cursos escolares, valores y conocimientos que pretendemos asentar y grabar a fuego, para en el espacio de breves minutos “resetearse” con tan sólo una mirada, una palabra o un gesto.
El ejemplo lo podemos ver en la aceptación de las normas, durante años podemos inculcar en nuestros hij@s que la calle no se cruza con el semáforo en “rojo”, para en una fracción de segundos, éstos junto al grupo de iguales, crucen todos juntos el semáforo en rojo, sin cuestionarse que está bien o mal. Si observan al gran grupo hacerlo, ellos en ningún instante, pensarán “mis padres me han enseñado lo contrario”, ni siquiera pensarán “mis padres son unos aburridos, cuando lo divertido es saltarse las normas”… Simplemente actuarán, con ese chasquido temporal que supone la inmediatez, el “no pienses, actúa”. Este es el poder de los iguales.
Muchos y muchas piensan, y se pregunta en voz bajita ¿para qué educar e inculcar valores a nuestr@s hij@s, si mañana vienen “los iguales” y transforman, con un gesto, lo transmitido con esfuerzo.
Yo, como educador y padre, pienso que hay que educar y enseñar lo que consideremos idóneo, útil y válido, porque a pesar del poder de los semejantes, algún día nuestro hij@, se parará en el semáforo y pensará; “Es correcto pararnos hasta que el muñeco pase a verde”, “lo tengo que hacer porque eso es lo que me han inculcado”…, de lo contrario no tendrá nada en su voluntad.

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