lunes, 17 de marzo de 2014

Mentiras



Erase una vez un niño grande de nombre Alberto, que vivía con sus padres en una pequeña casa de las afueras de cualquier ciudad. Desde bien pequeño, Alberto amaba a los animales, y los amaba por encima de cualquier cosa. Todo lo contrario que sus padres, quienes veían erizarse sus bellos sin notaban cerca la presencia de cualquier animalillo por pequeño e insignificante que fuese.
Alberto, siempre trató de ocultar la posesión de sus amados animales, mascotas y bichejos varios; algunos ratones que tuvo, los escondía en el garaje. Una vez ocultó un conejo tras la lavadora. Un perro fue mimetizado junto a las cortinas, durante semanas.

Sus padres, rompían cualquier estrategia de ocultamiento y descargaban su ira sobre el desdichado Alberto, cada vez que localizaban la argucia, obligándole a deshacerse de ellos una y mil veces.
Alberto no cejaba en su empeño y continuaba con sus estrategias, el cesto de la ropa, servía de habitáculo para una serpiente pitón y la caja de las herramientas la casa de unas cucarachas gigantes de Madagascar.
Pero llegó aun más lejos, cuando un día trató de convencer a sus padres que ese elefante indio de tonelada y media era una furgoneta de reparto del nuevo trabajo…, sus padres ya estaban desesperados, pero Alberto seguí tratando de ocultar mediante argucias y engaños todos los animales que caían en sus manos.
Lo cierto es que lo más grave y triste, no es mentir y tratar de engañar, sino creer que los demás se creen el engaño, y vivir convencido de ello.

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