En 1959 la Asamblea General
de las Organización de Naciones Unidas aprobó una Declaración de los Derechos
del Niño, que en estos tiempos que corren, se hubiese debido denominar “del
niño y de la niña”.
A partir de ahí, la ONU determinó que fuese el
Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para los niños
(UNICEF) el organismo encargado de la protección de l@s menores. Desde entonces
se ha empleado a fondo para proteger jurídicamente a la infancia, y fruto de
sus debates nació, el 20 de noviembre de 1989, la Convención sobre los
Derechos del Niño. Es por ello que hoy se celebra el día Internacional de los
Derechos del Niño y 23 años desde que se celebró la Convención de los
Derechos del Niño. Tiempo que muchas voluntadas siguen empujando el mundo de
los derechos de la infancia para conformar un mundo mejor para las niñas y
niños de todo el mundo, un mundo que cada vez es más ingrato para l@s menores,
un mundo que exprime a las personas, quedando la parte más débil, la infancia,
a merced de los poderes opresores.
Desde un aspecto formal, la Declaración de los
Derechos del Niño contiene diez artículos o preceptos que tratan de proteger
jurídicamente a l@s menores. Por otra parte el espíritu de dicha Declaración,
busca la protección de la infancia de cara a un desarrollo físico, mental,
moral, espiritual y social, donde todas y todos sean iguales sin ninguna
excepción en busca de un futuro lo más normalizado posible en unas condiciones
de libertad, dignidad, felicidad y armonía.
Quizás sea porque ha pasado mucho
tiempo desde el 1959, que en la mente del colectivo humano se esté diluyendo
los derechos que entonces se establecieron, tal vez porque la velocidad de
crucero que ha alcanzado la sociedad “neoliberal”, amparada por el desarrollo
económico y porque no se tiene el suficiente sosiego y templanza para
detenernos a contemplar como están creciendo nuestros niños y niñas, como se
están desarrollando, con qué calidad y bienestar. Un bienestar que se está
desmontando gracias a las políticas de ajuste, que se han decidido desde el
poder económico y político.
En estos momentos de crisis
social y económica, el número de menores en situación de riesgo de exclusión ha
aumentado exponencialmente, l@s menores que cada día se alejan más y más de la
educación y formación de la escuela, para ayudar a sus padres a encontrar
recursos económicos para el sustento de las familias, crece y crece, sin que la Administración
tenga recursos para evitarlo y combatirlo, puesto que las políticas sociales
que antes se encargaban de ello están mermadas por los ajustes. De hecho los
programas de absentismo de la
Junta de Andalucía han menguado significativamente en los últimos
5 años. Las medidas de desamparo de l@s menores, que están siendo maltratados
por sus familiares y su entorno social, se convierten en “muy difíciles de
aplicar”, puesto que no existen medios materiales. Y aunque se convierte en
preceptivo el trabajar en el medio familiar y social las conductas maltratantes
para tratar de erradicarlas, las familias tienen prioridades más esenciales y básicas.
Bueno, no obstante, con crisis o
sin crisis, la sociedad tiene que seguir tratando adecuadamente la infancia y
evitando el maltrato de la misma a manos de la propia sociedad, y aunque suene
a paradoja es ciertamente una cosa evidente de la que los poderes políticos y
sociales no pueden huir.
Para finalizar, nuestro propósito
ha de ser el de buscar una vida mejor para nuestras hijas e hijos, pues serán
el futuro de nuestra sociedad, l@s que perpetúen un mundo mejor del que le
estamos dejando.
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