Imaginemos que llega un día en el
que una Sra. Ministras o Consejera, anunciara que a partir del siguiente curso
escolar, no se va a evaluar con calificaciones, que tod@s l@s alumn@s cuando
termine cada trimestre tendrán un
aprobado general en todas las materias, y simplemente promocionarán de curso
tod@s, sin atender a las “calificaciones”, de aprobado, suspenso, notable,
sobresaliente, insuficiente, etc.
Imaginemos que l@s alumn@s
asisten al centro educativo para aprender y no para aprobar y ser excelentes. En
el Preámbulo de la LOE, se podía leer lo siguiente; “Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo
tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la
sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de
fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias
individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación con el
objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social”. Tras estas
ideas y palabras ha de existir un sentimiento coherente de satisfacer el
desarrollo personal e intelectual de nuestr@s hij@s, y tratar de que sean lo
más libres y coherentes posible.
En estos días, se ha difundido
una noticia en cierto modo “llamativa”, y que ha dado algún titular que otro y
algunos segundos en programas de radio, se trata de una propuesta que ha
surgido de algunas voces de la asamblea de docentes de las Islas Baleares,
encaminada a que el profesorado emita un aprobado general como protesta contra
algunas medidas legales impuestas por el Gobierno de Islas Baleares, como es el
polémico “Tratamiento Integrado de Lenguas”.
A raíz de esta noticia han
saltado a la “arena” mediática varias voces, unas en contra y otras a favor.
Entre las que estaban en contra, me gustaría analizar tanto la de los
sindicatos, como la de la Asociación de Padres y Madres de alumn@s. Por su
parte el sindicato afirma que se trata de una medida que “no beneficia a los
alumn@s”, mientras que los padres (a través de sus diferentes federaciones y
asociaciones de padres y madres) dicen que perjudica al alumnado.
Yo por mi parte, no se si la
medida de presión es acertada o no, no soy quien para juzgarlo, tan sólo pienso
y deseo reflexionar sobre lo que significa evaluar (calificar) la enseñanza.
Desde mi punto de vista como docente y pedagogo, considero que hay que evaluar
el proceso formativo en sí (saber si estamos en la línea correcta de la enseñanza,
cuando enseñamos), conocer si estamos haciéndolo bien y/o si tenemos que
realizar algún cambio, aplicar algún nuevo recurso, modificar nuestra
estrategia docente, favorecer ciertas iniciativas del alumnado, etc...
Pero me alarma la postura de las
madres y los padres, de l@s alumn@s brillantes, que no se conforman con el
hecho de que sus hij@s sean brillantes, y que se desarrollen correctamente, que
sean libres, creativos, encuentren su desarrollo personal y social. Sino que
buscan la excelencia, que en su curriculum aparezcan matrículas de honor por
doquier, que los boletines de notas sean objetos de “distinción y estatus”, que
les diferencien de los que obtienen sobresalientes y notables. Cuántas veces
hemos presenciado conversaciones entre padres, que delimitan el éxito familiar
y social a través del número de sobresalientes 10, frente a simplemente
sobresalientes de 9. Ese absurdo juego de cromos, donde ganan los que tienen
hijos de matrícula, o de media elevada de expediente.
Pero sobre todo me preocupa esos
padres y madres que priorizan el estatus “calificativo” de sus hij@s frente a
la felicidad y el desarrollo emocional de ést@s.
Está demostrado que lo primero es
la emoción y el deseo de estar bien, de sentirte a gusto en el entorno escolar,
“aprender” antes que aprobar es
desearlo, adquirir el deseo por lo que les mostramos a nuestro alumnado ha de
ser previo a los simples conceptos fríos e impuestos. De sobra es sabido que
l@s niñ@s aprenden jugando y juegan aprendiendo…, pero al final lo importante
es que aprendan, no que aprueben. Lo cierto es que si tod@s fuésemos conscientes
de esta “máxima”, tendríamos más éxito escolar, y eso no significaría que
habría más sobresalientes de 10, sino que la formación académica abrazaría a un
mayor número de alumnado durante mayor tiempo. Pues cuando se habla de fracaso
escolar, no se refieren a que suspenden muchos alumnos, el concepto abarca el
abandono temprano de muchísimo alumnado, tal vez por ello se debería de cambiar
la palabra fracaso, por la de abandono, para que todos lo entendiésemos.
Y en esa línea del concepto
abandono, yo me pregunto; ¿por qué abandona el alumnado de forma temprana y
masiva la formación académica? (en la mayoría de los casos en 2º y 3º de ESO),
tras repetir curso una o varias veces)…, la respuesta (SENCILLA); porque no se
ofrece un escenario de “deseo intrínseco y personal por aprender”, frente a una
necesidad social, que se impone por y para seleccionar… y nuestra sociedad ha
optado por seleccionar “calificando”, los buenos frente a los malos, los
sobresalientes de 10 frente a los insuficientes de 3. Y evidentemente, los “malos”,
antes que ser juzgados y seleccionados, optan por marcharse “por la puerta
grande”. Y la sociedad se premia a sí misma con dos orejas y el rabo.