La búsqueda de oportunidades nos
puede parecer algo muy retórico y abstracto que tiene difícil concreción. Y es
en estos tiempos que nos ha tocado vivir, cuando dicha expresión se ha
convertido en recurrente, especialmente por algunos políticos, para dar respuesta
a la crisis económica y social que está golpeando muy duramente a los jóvenes.
Emprender el camino de la búsqueda de oportunidades en boca de algunos
intelectuales, sabios y/o políticos, suena a verdadera retórica, pero la
concreción nunca la tenemos, aunque muchos especialistas se esfuerzan a través
de jornadas o charlas para tratar de hacerse entender, sin mucho éxito.
Es a partir de este punto de
inflexión, cuando el abordaje del concepto “búsqueda de oportunidades” se muta
hacia la orientación educativa y profesional, si bien la orientación
profesional nace en un tiempo de fuertes reformas sociales, precisamente a
comienzo del siglo XX. Una de las lacras más importantes de este momento es la
escasez de oportunidades de empleo para los jóvenes en las áreas urbanas. Un
siglo después estamos repitiendo los mismos problemas.
Pero yo diría, desde mi humilde
opinión, que cuando los que tratamos de dar consejos o simplemente guiar a
estos jóvenes, mostrando nuestro ejemplo y dando consejos, sobre su formación
para el futuro, así como de sus comportamientos vitales en general, lo hacemos
cayendo en un gran error, puesto que no podemos tener la oportunidad de hacerlo
desde el paradigma de su propia juventud, ya que nuestro bagaje personal es y
será siempre muy distinto.
Siempre nos choca ver a los demás
dando consejo sobre algún tema, en el que éste ha destacado especialmente en su
faceta más negativa. Esa madre que
reprende a su hija por llegar tarde un sábado por la noche, y que además le
exige responsabilidad, mientras que la abuela desde su obligado y necesario
silencio, piensa; “a buenas horas…” Quizás, es porque nos lanzamos muy
pronto, desde nuestro rol de adulto, a guiar y a controlar a los jóvenes de
nuestro alrededor (sobrinos, vecinos e hijos), pero no pensamos, mejor dicho,
no reflexionamos sobre lo que queremos decir, lo que se refleja de nuestras
palabras en esos actos del pasado en los que fuimos protagonistas de unas
acciones no muy ejemplares.
Podríamos pensar que los mejores
consejeros de los jóvenes son sus iguales (compañeros y amigos), los cuales si
viven y conocen verdaderamente su propio paradigma. Los adultos somos unos
meros aficionados en este juego de dar consejos a jóvenes, pues no sentimos lo
mismo que ellos y aunque, sí creemos que lo hemos sentido y tenemos un nostálgico
recuerdo, es mentira, lo que tenemos simplemente es una falsa nostalgia
emocional que nos da alas para entender a los jóvenes, cuando en realidad no es
así. Sólo queremos sobreprotegerles, aconsejar imponiendo ideas y difícilmente
conseguiremos un entendimiento recíproco. Y no solamente porque no podamos
ponernos en su lugar, sino porque no les conocemos y entendemos lo suficiente.
Desde nuestro punto de vista como
adultos, aconsejamos a los jóvenes y tratamos de guiarles por un camino, por el
cual creemos que ya hemos pasado, pero no es real, ya que el camino es
diferente tanto desde el plano temporal y emocional. Lo único que podemos hacer
es tratar de vislumbrar los posibles errores que el camino elegido le pueda
deparar, pero poco más.
Incluso cuando habiendo elegido,
el joven su camino, y siendo este erróneo en sus resultados objetivos, lo que
supondría la percepción por parte del joven de ese error, lo que si podemos
hacer junto a éste, es reflexionar sobre los resultados obtenidos, para
ayudarle a descubrir sus errores, que siempre será el verdadero paradigma de su
aprendizaje vital.
En estos días, en los que se
celebran una jornada en el IES Licinio de la Fuente sobre oportunidades de
formación y empleo de los ciclos formativos, jornada en la que adultos, que
estando sentados en su estrado, elevación de autoridad sobre un auditorio,
tratan de aconsejar, guiar, tal vez orientar sobre un posible futuro que está
por llegar, seguramente incierto. Desde la posición del orientador existe una
intencionalidad efectiva, aunque desvirtuada, por lo que ya hemos dicho antes
del paradigma divergente de adultos y jóvenes. Desde la posición del joven (orientado)
existe una posición pasiva…, un qué me están contando?, precisamente un
director y un alcalde (figuras de la autoridad lejana, autoridad
extra-emocional del que tiene bajo su mando una serie de criterios
preestablecidos. Nunca tan lejos de la posición de un ciudadano y además joven,
podría estar tanto el director de IES y la del alcalde… Bueno, entendamos que
si es por protocolo, han de estar, pero desde el punto de vista efectivo de la
orientación, no existe posición de empatía efectiva.
Bien, para que no parezca con
esto que solo busco lo negativo, diré que a las personas (auditorio
adiestrable) siempre les calará algo de lo que se les trata de transmitir, como
cuando el político de turno le suelta el discurso a los mayores el día que se
les invita a comer, discurso en el que el político se esfuerza por hacerles ver
las bondades de su gestión. Pero el abuelo no tiene la mente más que en los
calamares fritos o en el magro con tomate (aunque esos sabores eran de otra
época), en la actualidad la austeridad nos ha llevado a un menú más saludable;
churros (fritos) con chocolate (azúcar)… Saturación en potencia del sistema
sanitario.
Desde mi opinión la verdadera
orientación se focaliza a una corta distancia, en un diálogo reflexivo mutuo,
en el que se comparten experiencias. Cuando los adultos conseguimos, en primer
lugar, sentirnos jóvenes por una vez, para valorar los sentimientos que
impulsan ciertas conductas de esos jóvenes, pero no para justificarles y
perdonarles, todo lo contrario, hay que buscar con ellos un emparejamiento de
valores mutuos y entenderles para conocerles y sobre todo quererles un poquito
más, puesto que desde los afectos se mejora el entendimiento mutuo, se gana
confianza y se adquiere un poder importantísimo, que es la captación de su
atención.
A modo de conclusión podemos
entender la importancia que tiene la organización de las estructuras
orientadoras que proyectan sus esfuerzos en mejorar el futuro de las
generaciones futuras, pero siempre desde la participación activa de éstas,
donde se construya un proyecto de evolución personal desde la asunción del rol
activo. Ya esta bien que los adultos conduzcamos al rebaño hacia los verdes
prados de nuestro deseo “neoliberal” de garantizarnos el futuro. Como dijo
alguien, el futuro ya no es nuestro es del que está por llegar.
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