viernes, 11 de mayo de 2012

Los jóvenes han de elegir su propio camino


La búsqueda de oportunidades nos puede parecer algo muy retórico y abstracto que tiene difícil concreción. Y es en estos tiempos que nos ha tocado vivir, cuando dicha expresión se ha convertido en recurrente, especialmente por algunos políticos, para dar respuesta a la crisis económica y social que está golpeando muy duramente a los jóvenes. Emprender el camino de la búsqueda de oportunidades en boca de algunos intelectuales, sabios y/o políticos, suena a verdadera retórica, pero la concreción nunca la tenemos, aunque muchos especialistas se esfuerzan a través de jornadas o charlas para tratar de hacerse entender, sin mucho éxito.


Es a partir de este punto de inflexión, cuando el abordaje del concepto “búsqueda de oportunidades” se muta hacia la orientación educativa y profesional, si bien la orientación profesional nace en un tiempo de fuertes reformas sociales, precisamente a comienzo del siglo XX. Una de las lacras más importantes de este momento es la escasez de oportunidades de empleo para los jóvenes en las áreas urbanas. Un siglo después estamos repitiendo los mismos problemas.
Pero yo diría, desde mi humilde opinión, que cuando los que tratamos de dar consejos o simplemente guiar a estos jóvenes, mostrando nuestro ejemplo y dando consejos, sobre su formación para el futuro, así como de sus comportamientos vitales en general, lo hacemos cayendo en un gran error, puesto que no podemos tener la oportunidad de hacerlo desde el paradigma de su propia juventud, ya que nuestro bagaje personal es y será siempre muy distinto.
Siempre nos choca ver a los demás dando consejo sobre algún tema, en el que éste ha destacado especialmente en su faceta más negativa. Esa madre que reprende a su hija por llegar tarde un sábado por la noche, y que además le exige responsabilidad, mientras que la abuela desde su obligado y necesario silencio, piensa; “a buenas horas…” Quizás, es porque nos lanzamos muy pronto, desde nuestro rol de adulto, a guiar y a controlar a los jóvenes de nuestro alrededor (sobrinos, vecinos e hijos), pero no pensamos, mejor dicho, no reflexionamos sobre lo que queremos decir, lo que se refleja de nuestras palabras en esos actos del pasado en los que fuimos protagonistas de unas acciones no muy ejemplares.
Podríamos pensar que los mejores consejeros de los jóvenes son sus iguales (compañeros y amigos), los cuales si viven y conocen verdaderamente su propio paradigma. Los adultos somos unos meros aficionados en este juego de dar consejos a jóvenes, pues no sentimos lo mismo que ellos y aunque, sí creemos que lo hemos sentido y tenemos un nostálgico recuerdo, es mentira, lo que tenemos simplemente es una falsa nostalgia emocional que nos da alas para entender a los jóvenes, cuando en realidad no es así. Sólo queremos sobreprotegerles, aconsejar imponiendo ideas y difícilmente conseguiremos un entendimiento recíproco. Y no solamente porque no podamos ponernos en su lugar, sino porque no les conocemos y entendemos lo suficiente.
Desde nuestro punto de vista como adultos, aconsejamos a los jóvenes y tratamos de guiarles por un camino, por el cual creemos que ya hemos pasado, pero no es real, ya que el camino es diferente tanto desde el plano temporal y emocional. Lo único que podemos hacer es tratar de vislumbrar los posibles errores que el camino elegido le pueda deparar, pero poco más.
Incluso cuando habiendo elegido, el joven su camino, y siendo este erróneo en sus resultados objetivos, lo que supondría la percepción por parte del joven de ese error, lo que si podemos hacer junto a éste, es reflexionar sobre los resultados obtenidos, para ayudarle a descubrir sus errores, que siempre será el verdadero paradigma de su aprendizaje vital.
En estos días, en los que se celebran una jornada en el IES Licinio de la Fuente sobre oportunidades de formación y empleo de los ciclos formativos, jornada en la que adultos, que estando sentados en su estrado, elevación de autoridad sobre un auditorio, tratan de aconsejar, guiar, tal vez orientar sobre un posible futuro que está por llegar, seguramente incierto. Desde la posición del orientador existe una intencionalidad efectiva, aunque desvirtuada, por lo que ya hemos dicho antes del paradigma divergente de adultos y jóvenes. Desde la posición del joven (orientado) existe una posición pasiva…, un qué me están contando?, precisamente un director y un alcalde (figuras de la autoridad lejana, autoridad extra-emocional del que tiene bajo su mando una serie de criterios preestablecidos. Nunca tan lejos de la posición de un ciudadano y además joven, podría estar tanto el director de IES y la del alcalde… Bueno, entendamos que si es por protocolo, han de estar, pero desde el punto de vista efectivo de la orientación, no existe posición de empatía efectiva.
Bien, para que no parezca con esto que solo busco lo negativo, diré que a las personas (auditorio adiestrable) siempre les calará algo de lo que se les trata de transmitir, como cuando el político de turno le suelta el discurso a los mayores el día que se les invita a comer, discurso en el que el político se esfuerza por hacerles ver las bondades de su gestión. Pero el abuelo no tiene la mente más que en los calamares fritos o en el magro con tomate (aunque esos sabores eran de otra época), en la actualidad la austeridad nos ha llevado a un menú más saludable; churros (fritos) con chocolate (azúcar)… Saturación en potencia del sistema sanitario.
Desde mi opinión la verdadera orientación se focaliza a una corta distancia, en un diálogo reflexivo mutuo, en el que se comparten experiencias. Cuando los adultos conseguimos, en primer lugar, sentirnos jóvenes por una vez, para valorar los sentimientos que impulsan ciertas conductas de esos jóvenes, pero no para justificarles y perdonarles, todo lo contrario, hay que buscar con ellos un emparejamiento de valores mutuos y entenderles para conocerles y sobre todo quererles un poquito más, puesto que desde los afectos se mejora el entendimiento mutuo, se gana confianza y se adquiere un poder importantísimo, que es la captación de su atención.
A modo de conclusión podemos entender la importancia que tiene la organización de las estructuras orientadoras que proyectan sus esfuerzos en mejorar el futuro de las generaciones futuras, pero siempre desde la participación activa de éstas, donde se construya un proyecto de evolución personal desde la asunción del rol activo. Ya esta bien que los adultos conduzcamos al rebaño hacia los verdes prados de nuestro deseo “neoliberal” de garantizarnos el futuro. Como dijo alguien, el futuro ya no es nuestro es del que está por llegar.

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