Voy a permitirme el
atrevimiento de copiar un cuento y escribir de lo que escribe Miguel
Ángel Santos Guerra, sin otro motivo que mi envidia admirativa, que
otros llamarían envidia sana, por ese excelente Maestro de maestros,
que sin haber sido Maestro de este maestro que escribe, si tiene toda
mi deslumbrada admiración.
En verdad el cuento,
aunque lo cuenta Miguel Ángel, está tomado de un libro de Ferrucci
“La fuerza de la bondad”. Creo que los dos estarán de acuerdo en
que lo tome prestado, ahí va;
“Dorotea oye llorar
a la niña pequeña de sus vecinos. En la habitación contigua a la
suya. Los padres la acuestan sola en la oscuridad. La niña llora
durante largo rato, mientras los padres ven la televisión. El llanto
desesperado de la niña expresa angustia y soledad. Dorotea piensa
que si habla con los padres quizás contribuya a empeorar la
situación. Decide cantar para que la niña se duerma. Al igual que
ella oye a la niña llorar, ésta puede oírla a ella. Cada noche,
cuando los padres acuestan a la niña, Dorotea le canta unas dulces
nanas, le habla a través de los delgados tabiques, la tranquiliza y
consuela. La pequeña escucha la voz invisible pero amiga, deja de
llorar y se duerme plácidamente. El calor de la voz de la extraña
la ha salvado de su gélida soledad”.
Como dice Miguel Ángel,
la velocidad a la que cabalga esta sociedad, envuelta en ropajes de
codicia, envidia y deseos de prosperar a costa de lo que sea, hace
que olvidemos a las niñas y a los niños, sus deseos, necesidades,
inquietudes, complicidades…, ya no oímos a los niños, no nos
paramos a leerles un cuento, a jugar a los coches con ellos, no
dejamos que nos hagan ese dibujo fantástico, donde aparece un mundo
de ensueño e ideales maravillosos.
La sociedad
contemporánea, al menos la que han conocido nuestros padres, desde
la expansión económica de los sesenta, la que generó el baby
boon del que soy fruto, no ha sabido escuchar y entender a sus
hijos e hijas, su dedicación laboral en la que cabían varios
trabajos, o jornadas laborales interminables, no les ha permitido
jugar con nosotros, no han tenido la oportunidad de que les hagamos
esos dibujos fantásticos, donde aparecía el mundo de nuestros
sueños. Pero lo más duro, es que nuestra “estúpida sociedad”
es maravillosa copiando lo malo, y hemos copiado de nuestros padres,
la persistente idea de que los hijos e hijas son sólo futuro (futuro
médico, futuro abogado, futuro ingeniero, futuro carpintero, futuro
pintor, futuro maestro…). Por eso cuando sacábamos buenas notas,
sólo se oía “Eso es lo que tienes que hacer” o “No espero
menos de ti”…
Tal vez sea fácil, sacar
un rato para jugar con nuestras hijas e hijos, escucharles eso tan
importante que nos tienen que contar, aceptar con admiración esa
magnifica obra de arte que ha dibujado, ver con ellos y ellas su
“peli de dibujos” favorita, contarles un cuento o rezar con ellos
por la recuperación de alguna persona que lo está pasando mal. Pero
claro, cuando hay que trabajar y trabajar para sacar a la familia
“palante”…., y tener un buen coche o dos, un apartamento
en la playa, además de la casa del campo con piscina, o los domingos
de coto, los sábados de partido con los amigos, esas interminables
comidas de negocios… En fin la vida de los baby boon ha sido
muy dura.
Desde mi posición de
padre y educador, apuesto por el respeto hacia todas las personas,
especialmente nuestros hijos, a los que les debemos atención y
dedicación. Sin otra justificación que la de encontrar juntos el
camino que le hemos abierto “trayéndoles al mundo”. Pues como
ejercicio de responsabilidad parental, estamos obligados, no a darles
todos los deseos materiales que nuestra sociedad de consumo nos
ofrece a través de los escaparates diversos (televisión, Internet,
revistas, etc.), y que además, ellos y ellas no suele pedir desde un
primer momento, sino a cumplir con el deber de atenderles en las
necesidades emocionales básicas (quererles, protegerles, enseñarles
y sobre todo permitirles un futuro esperanzador).
Siempre hemos oído ese
tópico, que por serlo no es menos cierto en una aplastante mayoría
de ocasiones “el niño o la niña, juega más con la caja del
juguete, que con el contenido de la misma”. Las niñas y niños
no necesitan grandes cosas para jugar, mi hija con unos papeles y
unos rotuladores es feliz, dibujando, pre-escribiendo, soñando,
proyectando, etc... Pero sobre todo, son felices mostrándonos lo
que han hecho y esperando que le felicitemos y le alentemos en sus
proyectos, en sus sueños y en su fantasía, que es la antesala de su
futura realidad. No les neguemos sus proyectos de futuro,
ocultándolos tras nuestros “sueños frustrados”, dejémosles
construir su propio futuro, desde la base de sus propios sueños.