Acabamos de destapar el año 2013
y nos hemos dado cuenta que nos presenta el mismo mal olor que años anteriores.
Y pensamos que esto no tiene solución, que ese maldito olor a podredumbre, será
difícil de eliminar. La limpieza ha de ser a fondo, tendremos que arremangarnos
y bajar a las profundidades del problema, ya no vale con anunciar el problema
esperando que otros y otras lo solucionen por nosotros, ya está bien de
quejarnos y lamentarnos de ese mal olor, a la espera de que se disipe de una
forma automática, simplemente con nuestros lamentos.
Lo cierto es que ha despertado
este nuevo año con la misma perspectiva social con la nos acostamos en 2012, la
situación de recorte en los gastos sociales, de salud y educación se mantienen
y tal vez a mucho “temer” se reactiven e incrementen. Y leemos en algunos artículos
de opinión como el fraude fiscal bien “resuelto” podría tapar parte de ese
gasto/inversión en bienestar social, nada más y nada menos que 44.000 millones
de euros.
Y después de esto, cómo hacemos
para educar a nuestras hijas e hijos en los conceptos solidaridad, esfuerzo,
voluntad, motivación para el trabajo, etc. Cómo hacemos para tratar de que sean
buenas personas y personas de bien, cumplidoras con las normas, si sabemos y
saben que a los grandes defraudadores, aquellos que evaden millones de euros de
la luz tributaria, no les pasa nada, mientras que “hurtar” un paquete de
chicles del estante de una tienda les puede reportar un castigo “ejemplarizante”.
Educar a nuestras hijas e hijos
es un difícil ejercicio, una acción de voluntariedad y motivación diaria,
levantarnos cada mañana con el firme propósito de sacar adelante a nuestra
familia, formarles, alimentarles, protegerles, etc., para que la sociedad y su
entorno más inmediato, se acerque sigilosamente a ellos para decirles al oído; “eso
que te ha dicho tu padre o madre, no vale para nada, acompáñame en este viaje y
descubriras que no pasa nada si robas, no te pasará nada si agredes, no ocurrirá
nada si defraudas y engañas”. Todos los pedagogos coinciden en que la fuerza
educativa/ejemplarizante de “l@s iguales” tiene mayor fuerza que toda la
educación/ejemplarizante de los padres y madres. Por lo tanto, podemos caer en
la decepción, en la derrota, cuando pensamos que no servirá de nada como
eduquemos a nuestros hijos, si éstos se
encontrarán con la ejemplarización contraria fuera de casa y cometerán delitos
o faltas de las que hemos tratado de protegerles, a través de nuestra educación.
Pero créanme si les digo que sirve que tratemos de proteger a nuestras hijas e
hijos con la educación, pues si día a día transmitimos una buena acción, una
buena forma de hacer y una buena forma de comportarse… Aunque cuando esté con
sus iguales haga algo malo, en su conciencia estará el sentimiento de “arrepentimiento”,
el cual le llevará en el futuro a fortalecer sus valores y a tratar de
evitarlo. En cambio si no formamos en las buenas acciones a nuestras hijas e
hijos, éstos siempre estarán desprotegidos frente a sus futuras malas acciones
y sobre todo a la influencia de sus “perniciosos” iguales.
Educar es tallar en la piedra de
la vida, y aunque alguien trate de arrancar algunas de las partes de esa
escultura, la vida volverá a poner cada cosa en su sitio, puesto que la
voluntad del bien siempre prevalecerá sobre la ausencia de cualquier otra
voluntad.