jueves, 24 de octubre de 2013

Gracias maestra, gracias maestro...



Depositar nuestra confianza como padres en una institución educativa es un acto aparentemente sencillo, pero guarda un íntimo sentimiento de confianza, del que tal vez no seamos conscientes. Si nos detenemos un instante en la reflexión sobre nuestra actuación parental para con nuestras hijas e hijos, podemos darnos cuenta que somos eminentemente sus protectores, ya que como seres desvalidos hasta bien entrada la primera infancia, son completamente dependientes, para todo.
La familia, compuesta por todos sus miembros, padres, hermanos, hermanas, abuelos, tíos, etc., nos convertimos en un simbólico útero, que protege a esa nueva vida, que le ampara, envolviéndole con cuidados y atenciones infinitas.
La familia que prevalecía no hace mucho, donde las madres de un modo mayoritario, aun no se había incorporado al mercado laboral, junto a abuelas y abuelos en muchos casos, cuidaban de los niños y niñas hasta bien entrados los 6 años, edad en la que nos incorporábamos (y hablo en primera persona del plural, pues entre ellos me encontré a finales de los años 70) a la escuela pública, donde pasábamos a ser formados y educados por maestras y maestros, quienes, con vocación de servicio y atención a los menores, se entregaban a una labor muy respetada y valorada por la ciudadanía, especialmente padres y madres, que sabían que cuidarían de sus hijas e hijos, además de formarles. Era una época en la que la maestra y el maestro eran aun “una institución personal”.
La sociedad y el desarrollo económico nos ha transportado a una época en la que papá y mamá tienen que buscar un sustento económico para pagar tantas facturas, como días tiene el mes, mientras que la adquisición de derechos parentales no ha estado a la altura de ese desarrollo.
A lo largo de la historia, el trabajo de la mujer se ha regulado, curiosamente, unido al trabajo de los menores, y se ha basado en razones de carácter fisiológico relacionadas con el embarazo, el parto y la relación con los primeros meses de la vida del hijo o hija, así como en razones morales. Será la Ley de 13 de marzo de 1900, la primera en regular el permiso a la mujer trabajadora para amamantar a sus hijos o hijas. En su artículo 9, se recogía lo siguiente; “No se permitirá el trabajo a las mujeres durante las tres semanas posteriores al alumbramiento. Cuando se solicite por causa de próximo alumbramiento por una obrera el ceso, se le reservará el puesto desde que lo haya solicitado y tres semanas después de dicho alumbramiento. Las mujeres que tengan hijos en el periodo de la lactancia tendrán una hora al día, dentro de las del trabajo, para dar el pecho a sus hijos. Esta hora se dividirá en dos periodos de treinta minutos, aprovechables, uno en el trabajo de la mañana, y otro, en el de la tarde…”
Posteriormente, mediante un ordenamiento se iría ampliando el periodo de descanso posterior al alumbramiento, hasta llegar a nuestros días con las “pírricas” 16 semanas, mientras que otros países de nuestro entorno contemplan un permiso mayor.
Bien, visto este panorama, madres y padres se sienten en la obligación de dejar durante su jornada laboral a sus hijos al cuidado de instituciones tales como “guarderías, ludotecas, escuelas infantiles, etc.”. Tal vez la necesidad nos empuja a hacerlo sin plantearnos, que calidad humana puede llegar a tener las personas que quedan al cuidado de nuestras hijas e hijos.
Yo, sinceramente lo percibí desde el primer día, cuando llevamos a nuestra primera hija a la GUARDERÍA. Y la pongo en mayúscula, pues creo que es una de las instituciones sociales (privadas o públicas), más importantes que nuestra sociedad puede tener, junto con la institución sanitaria.
Quisiera aclarar una cosa importante, existe mucha controversia con el nombre GUARDERÍA, pues ciertamente no llevamos a nuestras hijas e hijos a este espacio para que lo guarden, aunque etimológicamente guardar es proteger y preservar. En cierto modo lo que esperamos de las GUARDERÍAS, al igual que de los Centros Educativos (colegios, institutos, residencias, etc.), es que protejan, formen, eduquen y quieran a nuestros descendientes como lo haríamos nosotros mismos.

En el día de hoy, en el que la comunidad educativa está en jornada de huelga, protestando frente a una Ley de educación, impuesta desde el inmovilismo, el sectarismo y el totalitarismo de un Ministro de Educación, que no pasará a la historia “afortunadamente”, y aun menos su Secretaria de Estado, quien “valora muy positivamente la estabilidad laboral de maestras y maestros” (con ironía). Es insultante que una Secretaria de Estado simplifique una acción de protesta generalizado de todos los sectores educativos de nuestro País, mediante el intento de enfrentar a “familias pobres” contra “maestros egoístas e insolidarios, que tienen trabajo fijo” Ref.( http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2013/10/22/educacion-afirma-profesores-van-huelga-empleo-asegurado/00031382450974162569845.htm ), como si tener trabajo fijo fuese una “posesión de lujo”. Cuando el profesorado está en lucha para tratar de proteger un sistema de educación público, que cohesiones la sociedad y trate de minimizar las diferencias sociales, que un Gobierno de extrema-insensibilidad quiere acrecentar cada vez más.
Y por todo lo dicho, quisiera dar las gracias y sobre todo rendir homenaje a las personas que han dado y dan forma a la EDUCACIÓN, las cuales están en un terreno especial, entre lo público y lo privado, entre la sociedad y la familia, para tratar de dar continuidad a las cosas que pasan en el mundo.

jueves, 3 de octubre de 2013

Educación animal



No, no penséis que trato de explicar algún tipo de "burrada" o técnica educativa desfasada en el tiempo, mi preocupación estriba en estos momentos en ese sentimiento más o menos reciente que nuestra sociedad está mostrando hacia los animales de compañía (llámense; perros, gatos, serpientes, arácnidos, roedores, etc.), aunque sin profundizar demasiado en el tema, me quedo con gatos y perros. Sé que la moda no es nueva, es@s hij@s que empujan a sus padres/madres a adquirir el gatito, tan “tiernito” y cariñoso cuando tiene un mes, que más tarde le sale el instinto animal y un arañazo puede hacerte perder el ojo, por lo que el “pobre” ANIMAL, tiene que ser expulsado de la casa (sin nominación precisa).
También están los perritos, que cuando crecen tienen que cagar en los lugares más insospechados y como sus dueñ@s son más ANIMALES , que ellos mismos, no tienen la decencia, ni la educación de doblar la cerviz para retirar del espacio “público-común” los excrementos del perrito, precisamente lugares donde juegan nuestros hijos e hijas.
Y es curioso ver como los animales (irracionales) hacen sus necesidades, sin conciencia de sus ANIMALES dueños, frente a ti y tus hij@s, mientras que tratas de que tu hij@ tire el envoltorio del caramelo en la papelera… ¡Papá!, ¿porqué tengo que tirar el papel a la papelera, mientras que ese ANIMAL, no recoge la caca del perro?... Respuesta: [……]
Yo aplaudo a tod@s l@s que desean focalizar su cariño y su “amistad” sobre un animal, que nos da compañía, nos ayuda a protegernos, etc., pero cuidar de un animal (gato, perro, serpiente, etc.) supone responsabilidad, esa maravillosa palabra, que much@s tardan tanto tiempo en entender y, aun más en usar. Al igual que debo ser responsable en el cuidado de las personas, deberíamos ser responsables en la atención de nuestros animales, pues yo hablo de lo que veo de puertas a la calle, pues de puertas adentro existen barbaridades de las que no voy a hablar aquí. No obstante tener un animal, no es tener un objeto al que deseo y después de dicha pasión, arrojo a la calle para que se busque la vida y llene de excrementos calles, plazas y parques…, además de los consiguientes peligros que eso supone a las personas que deambulan por esos espacios.
También podríamos hablar de ese perro, que ladra en el momento que “pasa un mosca”, pase a las tres de la tarde o a las cuatro de la mañana. Y es que “bendita” sea la gracia de despertarte, bien de la siesta o bien de un sueño oyendo ese agradable sonido que Dios le dio a los perros y que sólo oyen los vecinos que no tenemos perros, y que por algún misterio de la naturaleza no oyen los “perro-amantes”.
Y por último, no quisiera hablar de los que, “amantes” de sus animales, desean compartir su amor y sus mascotas con sus bebés y bebitas, y ahí hacen una mezcla extraña de amor y pasión tanto por sus hij@s, como por sus perritos, gatitos, etc., a partes iguales. Extraña forma de sentir cariño. Creo que hemos perdido un poco la perspectiva, así como la separación entre el mundo animal y el mundo vegetal, pues hay por ahí demasiados “lechuguin@s”.
Si es cierto que esta entrada, no gustará a tod@s, pero no trato de agradar, tan sólo me gustaría concienciar a las personas que leen esto y que tienen animales de compañía, que les agrada a ellos, pero que molestan sin “querer”, a las personas que no eligen la compañía de animales…, respeten y responsabilícense.